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El diseño legal es una herramienta esencial para el abogado
Para comprender y abordar de forma integral la complejidad que plantea el ecosistema actual, mejorar el poder y la calidad del pensamiento colectivo en los equipos es un paso fundamental. Aceptar la diversidad de puntos de vista -a veces incluso divergentes-, ser más inclusivo y adaptar el papel de cada uno a los retos que se plantean, es cada vez más una necesidad. Evidentemente, los abogados no somos una excepción. Los modelos de pensamiento, como Legal by design, ofrecen una forma de hacerlo. En este artículo exploraremos cómo.
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Sin embargo, algo está cambiando. Las expectativas de valor de los clientes y consumidores son cada vez más exigentes y sofisticadas
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Abogados e inteligencia colectiva: cómo alcanzar la resolución holística de problemas con el diseño legal
Como profesionales del Derecho, a menudo luchamos por ser incluidos en las primeras fases de un proyecto de innovación. Los equipos que lideran la creación de un nuevo producto o servicio, o una startup que desarrolla una idea, reconocen que en algún momento tendrán que recurrir a nosotros para validar jurídicamente su proyecto, o cuando sea necesario abordar una cuestión jurídica concreta. Sin embargo, suelen hacerlo, en el mejor de los casos, en las fases avanzadas y, en el peor, después de haber ideado o creado completamente una solución.
Aunque este enfoque se acepta comúnmente como estándar, desencadena diferentes problemas. Por ejemplo, es probable que los abogados no sean conscientes de los fundamentos, los esfuerzos y las decisiones diarias que se toman desde la perspectiva empresarial más amplia. Estamos desvinculados del resto del equipo y, por lo tanto, tendremos que abordar la solución como un silo, sin tener una visión o comprensión completa de las implicaciones y las necesidades provocadas por los aspectos no legales de un problema. En última instancia, acabamos sugiriendo caminos legales y monoperspectivos para un problema de negocio, proporcionando asesoramiento y aportaciones legales que podrían haberse anticipado mucho antes sin causar un trastorno inoportuno en las decisiones del equipo. Nos vemos obligados a intervenir cuando ya se han tomado decisiones cruciales, teniendo que señalar lagunas que podrían haberse previsto de forma proactiva.
El coste de esta metodología de trabajo es considerable. Pensemos en el tiempo de desarrollo adicional que se requiere para implementar el asesoramiento jurídico, como resultado de no haberlo requerido a tiempo, lo que a menudo lleva a desperdiciar la creatividad deseada. En estos escenarios, arriesgarse a volver a empezar y dedicar más tiempo a arreglar lo que no cumple con las normas, se convierte en la forma habitual de trabajar. La pérdida de tiempo, esfuerzo y oportunidad -en definitiva, de dinero- es incalculable.
Y la mayoría de las veces, somos nosotros los que probablemente conducimos a esta situación.
Foto: Freepik
Estamos formados para ser asesores externos. Desde el inicio de nuestra trayectoria educativa, se nos enseña a asesorar y aconsejar, manteniendo las distancias con el asunto jurídico para garantizar la imparcialidad y la objetividad. Incluso la descripción del puesto de trabajo de un abogado, ya sea para un puesto interno o para un despacho, suele reflejar esta mentalidad. Estamos preparados para trabajar con o para, pero no como parte del equipo empresarial.
Si bien hemos abrazado este enfoque, aceptándolo como la forma natural de desarrollar nuestra actividad, esto nos ha alejado inevitablemente, y quizás innecesariamente, pero seguro que ineficazmente, de los momentos de cocreación, creatividad y pensamiento colectivo del equipo.
Sin embargo, algo está cambiando. Las expectativas de valor de los clientes y consumidores son cada vez más exigentes y sofisticadas. El desarrollo de tecnologías emergentes, como el blockchain y la IA, está provocando nuevos dilemas y sin precedentes para los que aún no existe un marco legal. La forma en que los usuarios experimentan e interactúan con los productos y servicios, como en el contexto de las compras en línea o el trabajo a distancia, está evolucionando rápidamente. Nuestro planeta exige soluciones que sean al mismo tiempo sostenibles, responsables y éticas.
En vista de la nueva generación de productos y servicios que traen estas tecnologías emergentes, los procesos de creación y despliegue deben actualizarse para cumplir con este nivel evolucionado de expectativas. Si bien las diferentes unidades y funciones empresariales ya han desarrollado un lenguaje común y han colaborado de forma sincronizada, los abogados también deben participar en esta transformación.
Como abogados preparados para el futuro, el dominio de metodologías como el pensamiento ágil y el pensamiento de diseño debería ser una necesidad para abordar eficazmente las incertidumbres y complejidades del negocio, así como para interactuar de forma proactiva con equipos multifuncionales que actúan de forma cohesionada dentro de sus propios tiempos y rutinas. Tenemos que construir soluciones centradas en el ser humano, a las que deberían acceder y entender los usuarios finales y no sólo, por ejemplo, nuestros compañeros o los asesores internos de otra empresa. Así, por ejemplo, ya no deberíamos redactar contratos que dependan de la experiencia de otro abogado para ser entendidos, interpretados y posteriormente traducidos al "lenguaje humano", ni deberíamos remediar un mal diseño de productos y privacidad con largas notificaciones de privacidad.
Teniendo esto en cuenta, ¿cómo podemos "humanizar" las herramientas y los marcos con los que nosotros, los abogados, nos sentimos tan cómodos? ¿Cómo podemos simplificar el lenguaje -o sea, el lenguaje jurídico- y los procesos en los que confiamos cómodamente como expertos en derecho, de modo que ni los equipos empresariales ni nuestros usuarios finales tengan que recurrir a conocimientos más técnicos o jurídicos para comprender, interpretar y manejar las cuestiones jurídicas en juego?
El diseño jurídico es la solución que un número cada vez mayor de abogados (yo incluido) está adoptando. Se trata de una metodología que se centra en resolver los problemas jurídicos de forma creativa, con un enfoque centrado en el ser humano. La empatía está en su centro, lo que nos ayuda a entender con precisión (¡no sólo a suponer!) lo que nuestros usuarios finales necesitan, guiándonos a través del proceso de diseño de soluciones que respondan a esas necesidades. El punto de partida es, pues, comprender y acordar cómo y por qué se utilizará el producto o servicio final que pretendemos crear. Para lograr esta comprensión y consenso debemos abandonar los enfoques desconectados y centrados en silos dentro de los equipos, dirigiendo nuestro pensamiento colectivo a ofrecer un verdadero valor a los usuarios finales.
Conclusión
Al igual que el diseño ágil, el diseño legal es más fácil de entender que de poner en práctica. Por ello, decidí crear el Marco de Diseño Jurídico, una herramienta de trabajo destinada a guiar a los equipos en sus viajes de colaboración y debate, ayudándoles a construir y compartir un lenguaje común. Puedes encontrarlo aquí. Es una herramienta que todo el mundo puede utilizar, afinar y adaptar a diferentes realidades y entornos para permitir tanto la centralidad del cliente como la simplicidad.
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