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Beber cerveza a morro es muy peligroso
Higiene, gas y bacterias, el riesgo oculto de beber cerveza sin vaso
Soy de profesión epidemiólogo. El otro día, tras salir de mi centro de investigación y antes de ir a casa, decidí para airearme un poco parar a tomar una cerveza en un bar que está relativamente cerca, en una de las calles más concurridas y señoriales de Praga. Me sorprendió cuando pedí una cerveza en concreto, una Van Pur Premium: es una pale lager ligera, con un color dorado y espuma blanca, aroma malteado con notas de lúpulo floral y herbáceo, y un amargor equilibrado y de sabor sensacional. Pero cuál fue mi sorpresa cuando me la sirvieron con la típica cubitera con hielo… pero sin vaso.
Me quedé mirando y observé que había varios clientes que estaban bebiendo “a morro”. Obviamente requerí al camarero y le pedí que me trajera una copa, al tiempo que le pregunté cómo es que no sirven ahora aquel objeto transparente de cristal que permite tirar la cerveza en el recipiente, graduar así la espuma y proceder al procedimiento de oxidación y eliminación parcial del gas y las impurezas del mismo. El camarero no se supo dar razón. Me dijo que hacía un par de semanas el dueño le había indicado que, a partir de aquel momento, no pusieran ese elemento tan extravagante llamado comúnmente copa de cerveza… salvo que lo pidieran expresamente. Cosa que yo sí hice.
Y la cuestión es que unos días después se repitió el fenómeno en otro buen local.
Está claro que, para los pubs y bares, hay una ventaja: menos copas, menos roturas, menos lavavajillas, menos tiempo de limpieza. Pero sorprende que el cliente, en general, como si fueran animalitos no pensantes, se adapte a la costumbre sin cuestionarla. No solo por educación que también; no es agradable ver bocas acoplándose a botellas como si fuera un biberón, aunque eso es anecdótico. También por la pérdida de disfrute del sabor y de la apreciación de valores y cualidades de la cerveza: aroma, espuma, textura, temperatura real… todo cambia cuando no hay copa.
Pero lo realmente importante, lo verdaderamente serio, es otra cosa: la higiene y la salud.
El cuello de la botella: la parte “más sucia” de una bebida
Cuando bebes directamente de una botella, estás apoyando tu boca justo en la zona que más contacto tiene con el exterior: el cuello. Y ese cuello ha tenido una vida larga antes de llegar a tu mesa.
Desde que la botella sale de fábrica hasta que llega a tu mano, suele pasar por una cadena de logística: palés, camiones, almacenes intermedios, trastiendas, cámaras, depósitos. En esos trayectos, las botellas pueden estar expuestas a polvo, salpicaduras, superficies sucias, manos, cajas reutilizadas y, en algunos casos, instalaciones con control de plagas. No hace falta imaginar películas de terror: basta con recordar que un almacén es un ecosistema. Donde hay comida y bebida almacenada, hay riesgo de insectos y roedores. Y donde hay roedores, existe contaminación ambiental potencial, no hace falta que “muerdan” una botella para que su entorno sea un problema.
Aquí conviene ser preciso: el riesgo real para un consumidor sano en un bar decente puede ser relativamente bajo, pero es evitable, y lo que inquieta es la normalización de “beber del exterior” sin la mínima barrera higiénica.
¿Qué tipo de infecciones podrían transmitirse?
La mayoría de los problemas no vendrían de “la cerveza en sí”, que por su composición no es el mejor caldo de cultivo para muchas bacterias, sino de lo que esté en el exterior del vidrio y entre en contacto con tu boca.
Gastroenteritis: microorganismos que provocan diarrea y vómitos pueden transmitirse por contaminación fecal-oral a través de superficies sucias (no es glamuroso, pero es la vía clásica).
Virus respiratorios: si una botella se manipula por muchas manos y acaba en tu boca, es un puente perfecto para virus que se transmiten por contacto indirecto (especialmente si además te tocas la cara).
Herpes labial y otras infecciones de contacto: compartir botellas o que se mezclen por error en mesas es un clásico.
Infecciones cutáneas o de mucosas: pequeñas heridas en labios o encías son puertas de entrada si hay contaminación.
No hace falta entrar en pánico, pero sí entender una idea básica de epidemiología: la probabilidad se multiplica cuando repetimos un comportamiento miles de veces. No es “esta cerveza”, es el hábito generalizado.
El gas: beber “a morro” mete más CO₂ y tu cuerpo lo nota
Además del tema higiénico, está el fisiológico: beber cerveza directamente de la botella suele hacer que tragues más gas.
¿Por qué? No “rompes” el CO₂ con la caída en copa y la formación de espuma controlada. El cuello estrecho hace que bebas más rápido y con tragos más grandes. Se mezcla más aire y gas en cada trago, y tu estómago se convierte en el recipiente de esa presión.
Resultado típico: Hinchazón, eructos, reflujo, malestar gástrico; y en personas sensibles, empeoramiento de gastritis o acidez. La copa (o el vaso) no es un capricho: es una herramienta para que la cerveza libere parte del gas, para que el aroma salga, para que el cuerpo la reciba mejor y para que la experiencia sea más limpia y agradable. “Pero yo he bebido así toda la vida y no me ha pasado nada”
La frase que más escucho, en salud pública, es esa. Y es verdad… hasta que deja de serlo.
La epidemiología no trabaja con anécdotas individuales, trabaja con población y repetición.
Muchos hábitos no enferman “siempre”, enferman “a veces” y en muchos casos al margen de las infecciones los organismos se van dañando con el transcurso del tiempo de forma silenciosa Y cuando un bar decide eliminar copas por sistema, está empujando a cientos de clientes a una práctica menos higiénica por pura conveniencia operativa.
Qué hacer (sin dramatismos): Pide vaso siempre. Sin vergüenza, como pedimos cubiertos limpios. Si te la sirven sin vaso, exige uno. Si el bar se incomoda, pregúntate por qué. Si estás en casa y vas a beber de botella (porque sí, a veces apetece), al menos: enjuaga el cuello con agua y jabón y sécalo con una servilleta limpia y evita compartirla. Si tienes reflujo, gastritis o eres propenso a hinchazón: vaso sí o sí
Conclusión
Que un bar no quiera limpiar copas puede ser “eficiente”. Que el cliente acepte beber del exterior de una botella como si fuera lo normal, no lo es. Hay una diferencia entre ser flexible y renunciar a lo básico.
La copa de cerveza no es extravagante: es higiene, es salud, es sabor y es cultura.
Y si alguien te mira raro por pedir un vaso, recuerda algo simple: no estás siendo exquisito; estás siendo sensato.
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