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El impacto de las nuevas medicaciones para la obesidad
El nuevo paradigma terapéutico
En los últimos años se ha pasado de considerar la obesidad como un problema de “fuerza de voluntad” que se resolvía solo con dieta y ejercicio, a entenderla como una enfermedad crónica con raíces biológicas complejas. Este cambio de mirada ha coincidido con la llegada de medicamentos muy potentes, agonistas GLP-1 y combinacione, que actúan sobre el cerebro y el metabolismo, ayudando a reducir de manera sostenida el peso y las complicaciones asociadas. Los más conocidos son la semaglutida y la tirzepatida, y ya están en desarrollo fármacos aún más eficaces. En 2023 un gran estudio (SELECT) mostró que la semaglutida no solo baja de peso, sino que también disminuye el riesgo de infarto y muerte cardiovascular en personas con obesidad. Tanto es así que en 2024 la FDA amplió su uso para prevenir enfermedades del corazón, un paso decisivo que cambia las reglas del juego.
Eficacia y mantenimiento
La tirzepatida consigue pérdidas de entre un 15 % y un 21 % del peso en algo más de un año, y comparaciones recientes muestran que puede ser más eficaz que la semaglutida. A más largo plazo, parte del peso se recupera, pero los beneficios se mantienen si el tratamiento continúa. Nuevas moléculas como la retatrutida o la amycretina apuntan a reducciones de peso cercanas a las de la cirugía bariátrica, lo que abre un futuro muy prometedor.
¿Qué significará para la salud global?
Si estos medicamentos se usan de manera amplia y sostenible, podrían reducir de forma notable la incidencia de diabetes tipo 2, hipertensión, apnea del sueño y enfermedades del corazón. La aprobación de la semaglutida para prevención cardiovascular ya ha cambiado la práctica médica: cardiólogos recetan fármacos para la obesidad como parte del tratamiento estándar. Sin embargo, el acceso no es equitativo: en Estados Unidos, por ejemplo, solo algunos estados cubren el coste, y en países con menos recursos el acceso es aún más difícil.
Los estudios muestran que estos fármacos pueden ser coste-efectivos, es decir, que su beneficio en salud justifica el gasto. Pero el precio actual es muy alto, y a gran escala los sistemas sanitarios podrían ver crecer sus presupuestos de forma preocupante. El debate es si los ahorros a largo plazo (menos infartos, menos diabetes) compensarán el coste inmediato.
Seguridad y efectos a largo plazo
Los efectos secundarios más frecuentes son digestivos (náuseas, vómitos, diarrea o estreñimiento). También puede aparecer litiasis biliar o, raramente, pancreatitis. Algunos pacientes pierden masa muscular junto con la grasa, lo que obliga a combinar el tratamiento con ejercicio de fuerza y buena nutrición. Otro reto es que, al suspender el fármaco, el peso suele volver a subir, reforzando la idea de que se trata de una medicación crónica. Todavía faltan datos de seguridad a más de 5 años, por lo que el seguimiento cercano será clave.
Lo más razonable es priorizar el uso en pacientes de mayor riesgo, como quienes ya tienen enfermedad cardiovascular o diabetes tipo 2. Los sistemas sanitarios deberán buscar modelos de pago innovadores, por ejemplo ligados a los resultados, y garantizar acceso equitativo. Además, será imprescindible acompañar el tratamiento con cambios de estilo de vida y programas de ejercicio.
El futuro
Si los precios bajan, la cobertura se amplía y la seguridad se confirma, estas medicaciones pueden convertirse en una alternativa intermedia entre la prevención poblacional y la cirugía bariátrica. Su impacto potencial en la reducción de infartos, diabetes y discapacidad es enorme. Pero si no se diseñan políticas claras de acceso y selección de pacientes, el riesgo es un aumento del gasto sin aprovechar al máximo los beneficios.
El mercado ilegal y el fraude
El éxito de estos medicamentos también ha traído problemas: han aparecido copias falsificadas de semaglutida y tirzepatida en internet, y farmacias no autorizadas ofrecen preparaciones “compuestas” que pueden ser ineficaces o peligrosas. Además, muchos suplementos de venta libre están adulterados con sustancias retiradas por riesgo, como la sibutramina. Los peligros incluyen dosis inciertas, contaminación, pérdida de eficacia y efectos adversos graves. La recomendación es clara: solo comprar con receta en farmacias autorizadas, revisar envases y lotes, y denunciar cualquier producto sospechoso a las autoridades sanitarias.
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