Wimbledon siempre tiene reservadas historias de novela y la de Jannik Sinner frente a Grigor Dimitrov no fue la excepción. Lo que empezó como una pesadilla para el italiano terminó con él avanzando a cuartos de final, aunque no por mérito exclusivo suyo, sino por una combinación de resistencia propia… y mala fortuna ajena. El desenlace dejó a todos con un nudo en la garganta: Dimitrov, entre lágrimas, se retiró por lesión cuando tenía el partido en la mano.
Todo comenzó con susto. En el primer juego del encuentro, Sinner sufrió una caída que dejó tocado su codo derecho. Nada más comenzar y ya estaba en apuros. El dolor se reflejaba en su cara, aunque intentó continuar como pudo. Pidió la entrada del fisioterapeuta, se tragó tres pastillas como si fueran caramelos y aguantó. No fue suficiente para frenar a un Dimitrov enchufado, preciso y con ese estilo elegante que tanto gusta en hierba. El búlgaro se llevó el primer set por 6-3, aprovechando que su rival apenas podía golpear con normalidad.
En el segundo set, la película seguía parecida. Dimitrov estaba más sólido, con mejores sensaciones y llevando el peso del partido. Sinner, con el brazo derecho entre algodones, buscaba sobrevivir más que competir. Aun así, logró mantener el tipo y complicar el asunto, pero Dimitrov no soltó el control. Se llevó también el segundo parcial por 7-5 y parecía tener todo encaminado hacia una victoria más que merecida.
Pero el tenis, como la vida, da giros inesperados.
Con 2-2 en el tercer set, y tras ejecutar un saque directo, Dimitrov se desplomó. Se llevó la mano al pectoral derecho y se quedó literalmente paralizado. No podía mover el brazo, apenas podía respirar. El dolor era tan evidente como desconcertante. Los servicios médicos entraron en pista de inmediato. Sinner, que ya había pasado su propio calvario físico, se quedó a su lado, visiblemente impactado.
Dimitrov intentó abandonar la pista por su propio pie, pero el gesto era claro: no había manera de continuar. Tras unos minutos en el vestuario, volvió con la cara desencajada, roto anímicamente. Sinner lo esperaba a la salida y ahí se confirmó lo inevitable. El búlgaro, entre lágrimas, le comunicó que no seguiría. Abrazo sentido, cabezas bajas y un adiós amargo para quien había jugado a un gran nivel.
“No es así como quieres ganar un partido, me siento muy mal por él”, declaró Sinner tras el encuentro. Y no es para menos. El italiano había sufrido lo suyo en los dos primeros sets, pero logró mantenerse de pie. Lo cierto es que su nombre estará en los cuartos de final de Wimbledon, aunque el billete llegó de la forma más inesperada.
Para Dimitrov, otro capítulo duro en los Grand Slam. Esta es ya la quinta vez que se retira de un torneo de este nivel por lesión. Una maldición que parece no darle tregua. Justo cuando mejor jugaba, cuando más cerca estaba de colarse entre los ocho mejores del torneo, su cuerpo dijo basta.
Wimbledon no perdona, ni da segundas oportunidades fácilmente. Sinner lo sabe y ahora deberá recuperar su mejor versión física si quiere seguir soñando en el torneo. Y Dimitrov… tendrá que volver a levantarse, como tantas veces, aunque esta herida seguramente tardará más en sanar que las anteriores. Porque duele el cuerpo, sí, pero también el alma. Y en el tenis, ambos cuentan.