"La conducta humana no se puede separar en departamentos estancos"
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No diré tu nombre
Hace unos días, antes de iniciarse un partido de la liga de fútbol española en el estadio del Athletic Club , en la ciudad de Bilbao, saltó al terreno de juego un alpinista vasco de edad avanzada, que en su día cosechó importantes éxitos en esta disciplina deportiva. El objetivo era homenajearle y recordar que al inicio de los años 80 del siglo pasado alcanzó la cima del Everest. Este acto se podría encuadrar dentro de la normalidad si no fuera por un detalle trascendente: el homenajeado, al alcanzar la cima del Everest plantó una bandera con el emblema de una banda de asesinos a modo de homenaje para ellos, para los terroristas.
Para justificar este homenaje alguien ha dicho que lo que se recuerda es el éxito deportivo del alpinista y que no se valoran otros actos de la conducta del deportista. En fin, como si la conducta humana se pudiera separar en compartimentos estancos. Así, podríamos hacer un homenaje a Hitler en base a la promoción que hizo de la industria automovilística europea, sin entrar en otras valoraciones acerca de su conducta.
No diré su nombre, pero un padre fue con su hijo esa tarde al fútbol en Bilbao. Le sorprendió el homenaje que recibía quien a su vez homenajeó a los asesinos de su padre, lo que lo convirtieron en un adolescente huérfano. Ese padre, cuyo nombre no diré, tragó saliva, al ver a su hijo ilusionado esperando el inicio del partido. Alzó los ojos al cielo y sonrió a su hijo pronosticándole una victoria del Athletic. No diré el nombre de quien organizó este acto de homenaje, pero muchos le pediremos que piense que haría él si estuviera en la situación del padre cuyo nombre no diré. Sí diré el nombre de quien, con valentía, procuró que las imágenes del homenaje no se reprodujeran en medios de la liga española: Javier Tebas.
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