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Menos casos, más personas: el reto de humanizar los procesos judiciales
Humanizar la justicia: hacia una comunicación clara y procesos más cercanos
El Derecho, como práctica social, no puede entenderse al margen del lenguaje. Todo acto jurídico —desde la creación de una norma hasta su aplicación en la vida real— se construye y se transmite mediante palabras. Por eso, la comunicación entre los profesionales del ámbito jurídico y entre estos y la ciudadanía es un pilar fundamental. La claridad y la transparencia en ese intercambio no solo determinan el rumbo de los procesos, sino que también influyen directamente en la percepción de justicia de los usuarios del sistema.
El carácter colectivo de la práctica jurídica
El ejercicio del Derecho no es, ni puede ser, una labor en solitario. La complejidad normativa y la diversidad de actores implicados exigen coordinación, cooperación e interdisciplinariedad. Legisladores, jueces, fiscales, abogados y otros operadores conforman una red que solo funciona mediante el trabajo en equipo. Esta visión colaborativa no solo mejora la eficiencia, sino que enriquece la interpretación y la aplicación de las normas.
La experiencia del ciudadano en el sistema judicial
Cuando una persona entra en un proceso judicial suele desconocer qué ocurrirá en adelante: cuáles son los pasos, cuánto tiempo llevará o qué se espera de ella. Con frecuencia, acaba siendo percibida como un “caso”, reducida a un expediente, lo que invisibiliza sus valores y expectativas vitales. Este enfoque paternalista, aunque bienintencionado, puede generar frustración, desconfianza e incluso deshumanización.
Humanizar los procesos judiciales
Humanizar significa reducir la brecha entre el sistema y la ciudadanía. Implica ofrecer información clara, accesible y comprensible; respetar la autonomía de las personas; y favorecer su participación en las decisiones que afectan a su vida. Es reconocer que los usuarios no son simples receptores pasivos de resoluciones, sino individuos con derechos, emociones y proyectos vitales.
Para lograrlo se requieren competencias que rara vez se entrenan en la formación jurídica tradicional: empatía, escucha activa, compasión, compromiso, resolución de conflictos, adaptación al cambio y capacidad de trabajo en equipo. Incorporar estas habilidades es clave para construir un sistema más justo y cercano.
Lenguaje claro y accesible
El lenguaje jurídico suele ser hermético y técnico, lo que representa una barrera para la ciudadanía. Apostar por un lenguaje claro no significa banalizar, sino traducir conceptos complejos en expresiones comprensibles. Difundir no solo las normas, sino también las fases básicas de un procedimiento, genera seguridad, reduce la incertidumbre y otorga independencia en la toma de decisiones.
Transparencia y confianza en tiempos de interconectividad
En una sociedad hiperconectada, donde la información circula de manera constante, los procesos judiciales continúan avanzando en gran medida bajo la opacidad. Brindar información actualizada y accesible sobre la evolución de los procedimientos no solo reduce la incertidumbre, sino que refuerza la confianza en la justicia y mejora la satisfacción ciudadana.
Conclusión
Humanizar el sistema judicial no es un ideal abstracto: es una necesidad. Significa situar a la persona en el centro, reconocer su autonomía y dignidad, y garantizar que el lenguaje y los procesos no sean un obstáculo, sino un puente hacia la justicia. Comunicación clara, transparencia, respeto a los valores individuales y formación en competencias humanas son los cimientos de una justicia más cercana, más justa y más humana.
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