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Chelsea le borra la sonrisa al PSG y se queda con el trono mundial
El Mundial de Clubes ya tiene dueño, y no es quien muchos esperaban. El Chelsea de Enzo Maresca silenció al PSG con una actuación de esas que se graban en la memoria: 3-0, dos goles de un Cole Palmer estelar y un equipo que no solo ganó, sino que borró del mapa al que venía de golear sin piedad. Adiós a la fantasía parisina. Bienvenidos al pragmatismo blue.
Desde el primer minuto quedó claro que los de Londres venían con las ideas claras y cero complejos. Nada de esperar agazapados. Salieron a presionar alto, con la pelota como bandera y las líneas bien juntas, desactivando de raíz el motor del PSG: su centro del campo. Palmer, además de hacer daño arriba, colaboraba cerrando espacios y tapando las subidas de Kvaratskhelia, una de las cartas más peligrosas de Luis Enrique.
En apenas media hora, el Chelsea ya había hecho saltar las alarmas en el banquillo rival. Minuto 21: Palmer encuentra hueco, se perfila con la zurda y saca un disparo que Donnarumma no logra atajar. Ocho minutos después, misma fórmula, distinto ángulo. Pase de Malo Gusto tras una jugada iniciada desde el fondo y otro zurdazo quirúrgico para el 2-0. El PSG no entendía nada.
Y justo antes del descanso, por si no había quedado claro quién mandaba, João Pedro aprovechó un hueco tras un pase filtrado del propio Palmer y definió con calma por encima del portero italiano. 3-0. Golpe tras golpe. Una pesadilla azul para el PSG.
La reacción del conjunto francés tras el descanso fue más empuje que fútbol. Vitinha intentó retomar el control, Dembélé y Doué buscaron el desequilibrio, pero el Chelsea tenía una muralla: Robert Sánchez. El portero español fue un muro infranqueable. Sacó un mano a mano clarísimo a Dembélé y desvió otro disparo a quemarropa que pudo cambiar el guión.
Con el marcador a favor y el tiempo jugando de su lado, los ingleses bajaron una marcha. No necesitaban más. Maresca dio entrada a piernas frescas, mientras el PSG acumulaba frustración. João Neves terminó expulsado en un arranque de impotencia, y el equipo de Luis Enrique acabó cayendo en la provocación, con más gritos que ideas.
La escena final era casi irónica. El Chelsea, campeón de la Conference League hace apenas un año, levantando el trofeo más ambicioso del nuevo formato del Mundial de Clubes. Y el PSG, que venía de pasearse ante gigantes como el Real Madrid y de ganar la Champions con autoridad, rendido ante un equipo con plan, disciplina y un Palmer que jugó como si el título estuviera hecho para él.
Así se cierra el torneo: con un Chelsea que se ganó el respeto a base de fútbol y cabeza fría, y un PSG que deberá revisar el libreto si quiere que sus fuegos artificiales no se apaguen justo cuando más brillan las luces.
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