El central del Barça podría enfrentarse a una dura sanción tras protagonizar una acción polémica con Acerbi en el partido ante el Inter, reavivando viejos precedentes de escupitajos en el fútbol europeo
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Iñigo Martínez en el ojo del huracán: el escupitajo que puede costarle caro en Europa
La tensión del fútbol puede sacar lo peor de cualquiera, pero lo que sucedió entre Iñigo Martínez y Francesco Acerbi en el último partido del Barça no pasará desapercibido para la UEFA. El defensa azulgrana podría enfrentarse a una sanción de hasta cuatro partidos por un gesto que, aunque no fue captado claramente por la televisión, ha corrido como la pólvora en redes sociales: un escupitajo.
Todo ocurrió tras el segundo gol del Inter, obra de Calhanoglu desde los once metros. En plena celebración, Acerbi se giró y encaró a Iñigo visiblemente enfadado. ¿El motivo? Según ha trascendido, el jugador del Barça escupió en dirección al defensa italiano. Aunque en zona mixta reconoció el acto, también se defendió: “Estaba caliente, me ha gritado el gol en el oído. He escupido, pero no a él, fue al suelo, a un metro. Si hubiera sido a la cara, estoy seguro de que me expulsan”.
La versión del central no ha servido para calmar las aguas, sobre todo después de que varios vídeos desde las gradas hayan arrojado más dudas que certezas sobre su intención. Y aunque el VAR no intervino ni hubo acción disciplinaria inmediata durante el partido, el caso ha llegado a las oficinas de la UEFA, que podría intervenir de oficio tras revisar las imágenes.
El escupitajo se habría producido justo después de un pique en el que Iñigo, como es habitual en estas situaciones de máxima tensión, trató de desconcentrar a Calhanoglu antes del penalti. Acerbi, al parecer, no se lo tomó nada bien y respondió en cuanto el balón entró.
No sería la primera vez que la UEFA castiga de forma ejemplar este tipo de comportamientos. El precedente más famoso quizás sea el de Francesco Totti, sancionado con tres partidos en la Euro 2004 por escupir al danés Poulsen. Entonces, la federación danesa elevó una queja formal, y la UEFA actuó sin piedad. Algo parecido ocurrió con Ángel Di María en Francia, cuando fue castigado con cuatro encuentros por un acto similar contra Álvaro González.
Si nos vamos más atrás, la historia nos deja otras perlas poco ejemplares. Frank Rijkaard, curiosamente exentrenador del Barça, escupió al alemán Rudy Völler en el Mundial de 1990. Las cámaras lo pillaron, y la FIFA le metió tres partidos. Más reciente, Marcus Thuram fue multado con un mes de sueldo y cinco partidos tras escupir a Stefan Posch en la Bundesliga. Incluso en Brasil, el caso de Deyverson, suspendido seis encuentros por escupir en el derbi entre Palmeiras y Corinthians, recuerda que esta conducta no se tolera en ningún rincón del fútbol profesional.
Volviendo a la situación actual, en el club catalán están pendientes de la posible sanción que pueda llegar en los próximos días. Sería un contratiempo más para un Barça que no termina de despegar en Europa y que vio cómo Acerbi les aguaba la fiesta con un gol casi sobre la bocina para sellar el empate a tres.
Lo cierto es que el comportamiento de Iñigo ha levantado debate. ¿Fue un gesto desafortunado en caliente o una agresión disimulada? ¿Debe ser sancionado con la misma dureza que otros casos similares? La UEFA tendrá la última palabra, pero el defensor ya sabe que está en la cuerda floja.
Lo que está claro es que en el fútbol actual no hay margen para estas acciones. Cada gesto queda registrado, analizado y compartido al segundo. Iñigo, con su impulsividad, ha cruzado una línea que en el fútbol moderno ya no se perdona.
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