Cada año, miles de personas dependen de la generosidad de donantes para prolongar o salvar sus vidas mediante el trasplante de órganos. Aunque la medicina de trasplantes ha alcanzado niveles de sofisticación impensables hace apenas unas décadas, la brecha entre la necesidad y la disponibilidad de órganos sigue siendo enorme. Este artículo ofrece una panorámica global con los datos más recientes y reflexiona sobre los avances y desafíos que marcan el presente de la donación y el trasplante a escala mundial.
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Donación y trasplante en el mundo: avances, retos y realidades en 2024
Panorama global: cifras recientes
Según el Global Observatory on Donation and Transplantation, en 2023 se realizaron más de 172 000 trasplantes de órganos sólidos en el mundo, un incremento de casi 10 % respecto a 2022. Ese año se reportaron más de 45 000 donantes fallecidos en 77 países, de los cuales tres cuartas partes correspondieron a muerte encefálica. A su vez, más de 53 000 personas donaron órganos en vida, principalmente riñón e hígado.
Durante 2024, las cifras continuaron en ascenso. A nivel mundial se registraron alrededor de 17 000 donantes fallecidos, con un notable aumento del 23 % en los casos de donación tras muerte circulatoria (DCD), que alcanzaron más de 7 200. En contraste, la donación por muerte encefálica disminuyó ligeramente, situándose en torno a 9 700 casos. También se contabilizaron unas 7 000 donaciones vivas, que siguen siendo una fuente crucial de órganos en países con sistemas de trasplante consolidados.
En Europa, la red Eurotransplant informó que casi una cuarta parte de los órganos trasplantados fueron intercambiados entre países, reflejo de la cooperación internacional y la optimización en la asignación.
España, referencia mundial
Si hay un país que simboliza el éxito sostenido en materia de donación y trasplantes, ese es España. Desde hace más de tres décadas ocupa el primer lugar mundial en donaciones por millón de población, con una tasa que en 2024 alcanzó los 48,9 donantes por millón de habitantes, muy por encima del promedio europeo y global.
Este liderazgo se debe en gran parte al modelo coordinado por la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), creado en 1989, que combina una estructura hospitalaria altamente profesionalizada, protocolos homogéneos en todo el territorio, y una cultura social profundamente sensibilizada con la donación. En 2024, España superó los 5 800 trasplantes de órganos, incluidos más de 3 300 de riñón, 1 200 de hígado y cerca de 400 cardíacos.
El modelo español, basado en la coordinación clínica, la formación de profesionales y la implicación de las familias, ha sido adoptado o adaptado por numerosos países. La OMS y el Consejo de Europa lo reconocen como referencia internacional, no solo por sus cifras, sino por su enfoque ético y solidario.
Distribución por tipo de órgano
El riñón sigue siendo el órgano más trasplantado en el mundo, con más de 111 000 procedimientos reportados en 2023, seguido del hígado con más de 41 000. A mayor distancia se encuentran el corazón (unos 10 000 trasplantes), el pulmón (cerca de 8 000) y el páncreas (alrededor de 2 000).
En 2024, los trasplantes renales y hepáticos continuaron en aumento, mientras que los pulmonares fueron los que más crecieron proporcionalmente, superando el 10 % de incremento anual. En Estados Unidos, se realizaron más de 27 700 trasplantes de riñón, 11 400 de hígado, 4 500 de corazón y más de 3 300 de pulmón. La tendencia refleja un progreso sostenido, aunque insuficiente frente a la demanda.
Desafíos y desigualdades
Pese a los avances, la brecha entre oferta y demanda sigue siendo abismal: los trasplantes actuales cubren menos del 10 % de las necesidades reales. Cada día mueren personas en lista de espera, especialmente en países de ingresos medios y bajos, donde los sistemas de salud carecen de recursos e infraestructura adecuados.
Las desigualdades geográficas son notorias. Mientras que Europa y Norteamérica muestran sistemas maduros y regulados, buena parte de África, Asia y América Latina mantiene tasas de donación extremadamente bajas. Factores como la falta de campañas de sensibilización, las barreras legales o religiosas y la escasez de programas de coordinación explican esta disparidad.
Un cambio significativo en los últimos años ha sido el aumento de la donación tras muerte circulatoria, que ofrece nuevas posibilidades, pero también desafíos técnicos, ya que estos órganos presentan mayor riesgo de isquemia y requieren protocolos avanzados de preservación. Otro aspecto relevante es el envejecimiento de los donantes: en 2024, casi la mitad de ellos tenía más de 50 años, lo que obliga a adaptar criterios y mejorar la evaluación de la viabilidad de los órganos.
A nivel ético y regulatorio, 2024 fue un año importante: la Asamblea Mundial de la Salud aprobó la resolución WHA 77.4, que refuerza la necesidad de marcos normativos nacionales sólidos, transparencia y supervisión internacional para prevenir el comercio ilegal de órganos. A pesar de los esfuerzos, el tráfico y el turismo de trasplantes continúan siendo amenazas que vulneran la equidad y la confianza pública.
Buenas prácticas y lecciones destacadas
El intercambio de órganos entre países, como el que promueve Eurotransplant, ha demostrado ser una herramienta eficaz para optimizar la compatibilidad y reducir tiempos de espera. Asimismo, la expansión de protocolos de donación por muerte circulatoria y el desarrollo de tecnologías de preservación extracorpórea están mejorando la calidad de los órganos disponibles.
Las campañas de sensibilización pública y los registros nacionales de donantes, junto con marcos de consentimiento más inclusivos, se consolidan como pilares del éxito en los países con mayores tasas de donación. De igual forma, la protección integral del donante vivo —con garantías médicas, psicológicas y legales— resulta fundamental para fomentar la donación voluntaria y ética. Integrar la donación y el trasplante como parte esencial de los sistemas de salud, y no como programas aislados, sigue siendo uno de los retos más importantes.
Conclusión
El año 2024 confirmó una tendencia esperanzadora: los trasplantes aumentan en número y eficacia, impulsados por la cooperación internacional, los avances tecnológicos y la sensibilización social. Sin embargo, los retos son profundos. Persisten las desigualdades globales, la falta de órganos disponibles y la necesidad de reforzar los marcos éticos y regulatorios.
Cerrar la brecha entre la vida y la espera requiere voluntad política, inversión sostenida, educación pública y solidaridad. Cada donación, cada trasplante, sigue siendo una historia de esperanza: el recordatorio de que, incluso tras la muerte, es posible prolongar la vida de otros.
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