Artículo completo
Djokovic, el eterno competidor: de pensar en el adiós a volver a soñar
A sus 38 años, Novak Djokovic sigue demostrando por qué es uno de los nombres más grandes de la historia del tenis. El serbio no atraviesa su momento más brillante, eso está claro. Las derrotas recientes y la aparición de nuevos gigantes como Jannik Sinner o Carlos Alcaraz han puesto en duda su reinado y, más importante aún, han hecho que él mismo se cuestione su permanencia en el circuito. Pero cuando muchos pensaban que el final estaba cerca, Djokovic se volvió a plantar en la pista con esa mirada que tantas veces ha sido sinónimo de guerra. Y Roland Garros ha sido, una vez más, el escenario perfecto para recordarnos que este tipo no se rinde tan fácil.
Tras caer antes de tiempo en torneos como Montecarlo o Madrid, Djokovic se presentó en París cargado de dudas. Incluso llegó a disputar un ATP 250 en Ginebra para sumar minutos en pista, algo inusual para una leyenda de su calibre. Su discurso previo era claro: si dejaba de sentirse competitivo, si su cuerpo no respondía, si el fuego se apagaba, no tenía problema en decir adiós. No quería arrastrarse ni convertirse en una sombra de sí mismo. Pero entonces llegó el partido contra Zverev en cuartos de final y todo cambió.
Djokovic no solo ganó. Aplastó. Y más allá del marcador, lo importante fue la sensación que dejó en la pista: la intensidad, el foco, la energía. Ese Djokovic que todos conocen y temen, volvió. Y él mismo lo dejó claro después del encuentro: "Durante años, lo más importante para mí han sido los Grand Slams. Es donde quiero dar lo mejor. Es donde quiero estar."
Este tipo de partidos son los que lo mantienen con ganas de seguir. Lo hizo en enero en Australia, donde venció a Alcaraz cojeando —literalmente— antes de tener que abandonar el torneo por lesión. Lo ha vuelto a hacer ahora en París. No necesita acumular títulos menores ni romper récords cada semana. Lo suyo va de grandes citas, de días marcados en rojo en el calendario. Cuando todo el mundo está mirando, Djokovic aparece.
Y aunque la nueva generación empuja fuerte, él sigue sin dar su brazo a torcer. Sinner y Alcaraz pueden ganar torneos, sí, pero Djokovic sigue presente, aún con algo que decir. En un circuito en el que sus contemporáneos ya se han retirado o juegan sin presión, el serbio sigue en modo batalla. Porque a diferencia de otros, él no juega por rutina o por aplausos. Juega para ganar. Siempre.
Lo interesante es que este torneo le ha hecho replantearse todo. Cuando llegó a París parecía que podía ser su última gran aventura. Ahora, tras un nivel altísimo, se empieza a hablar de que quizá estemos ante un nuevo renacer. Porque si algo ha demostrado Djokovic es que no necesita estar bien todo el año para marcar la diferencia. Solo necesita estar bien en los días clave. Y eso, al menos por ahora, lo sigue haciendo como pocos.
Así que no, todavía no es momento de despedirse de Novak Djokovic. Si alguien pensaba que lo habíamos visto todo, que ya era cosa del pasado, aquí está el serbio recordando que mientras haya un Grand Slam en juego, él seguirá luchando. Y conociéndolo, seguramente le queden aún un par de noches épicas bajo los focos.
Comentarios
Enlaces relacionados
Menú principal
