Platón, quizás uno de los filósofos más nombrados en la historia, vivió en el siglo IV antes de Cristo, en la polis ateniense de la Antigua Grecia, una sociedad eternamente admirada por su modelo político que se organizaba de la manera más cercana a la democracia (más pura) que jamás haya existido. Aunque todavía no concebían la igualdad de un modo horizontal, pues la separación de clases estaba muy marcada, sí que era un gran número de ciudadanos los que se reunían para tomar decisiones y votar aquello que les incumbía como comunidad. 

También a la hora de hacer justicia, en estas ciudades-estado, ya había magistrados extraordinarios que se encargaban de redactar leyes y mediar los conflictos. Este concepto, el de justicia, ligado a la consecución de armonía, va a ser central en la filosofía platónica, pues él vive la transición de la democracia de Pericles a la tiranía de los Treinta, un punto de inflexión para Atenas y la deontología. Se ponen de manifiesto las cualidades del hombre, las virtudes a explotar en cada uno para poder alcanzar el mejor de los Estados posibles; Platón habla aquí sobre prudencia, fortaleza y templanza. 

Ha cambiado mucho el mundo desde entonces hasta el siglo XXI, pero quizás no hayan cambiado tanto la justicia ni la clave para una sociedad justa y armoniosa. De lo que sabemos acerca de la vida en las polis griegas, también había desacuerdo sobre los gobernantes y su forma de hacer política, esto se refleja en la historia del pensamiento al considerar el valor de los derechos y deberes del pueblo, y al tiempo, la forma legítima de ejercer el poder. Por ejemplo tomando a Pericles, que gobernó Atenas en el período de oro de la ciudad, supo buscar lo que era bueno para todos y con gran apoyo popular, sin embargo, Platón consideró que convirtió al pueblo en perezosos y avariciosos al comenzar a colectivizarlo todo. La problemática siempre reside en la forma justa de hacer política, guiando a los ciudadanos hacia la mejor consecución de su felicidad, y esto será exactamente igual en cualquier momento de la humanidad.

En Las Leyes, habla sobre la función del derecho, y cómo deberá buscar siempre que aquellos bajo su jurisdicción lleguen siempre a ser mejores, una tarea educativa por un lado, y persuasivo por el otro, pues propone que siempre han de venir acompañadas de un preámbulo en el que se expliquen la necesidad o las razones de la existencia de cada ley. Imaginemos ahora que Platón escribe otro de sus diálogos, esta vez con un abogado del 2022. Le mostraría su percepción del bien y el mal, que es en realidad un bien común o público, pues todos dependemos de todos y es imprescindible que todos cumplan su función (en la ciudad), bajo el amparo de una legislación que sirva los intereses de todos y no solo de los poderosos. El abogado no podría estar menos de acuerdo, pues a día de hoy continúa la misma lucha por un gobierno que nos represente a todos. “Las leyes son los medios para asegurar, no sólo que los hombres vivan, sino que vivan bien y lleguen a ser virtuosos como sea posible”.

Más aun, antes se ha mencionado el término ético deontología, del griego déon que significa deber. El Derecho nunca debe separarse de la ética, pues entre lo que está bien y lo que está mal, llega a decir Platón que el bien y lo justo son una misma cosa; las leyes son herramientas del hombre para el hombre, nacidas de su razón y con el propósito de su perfeccionamiento personal y social. Sin ellas no seríamos homo sapiens, mientras que al dejarnos guiar por un deber racional, nos acercamos a la práctica de la justicia, la verdad y la sabiduría.

El abogado del siglo XXI podría rebatirle que el mundo se ha complicado mucho, la lectura de la ley es bastante más extensa y compleja para hacer frente a la infinitud de nuevas situaciones que se plantean hoy en día. Pero Platón ya aportó un enfoque dinámico al Derecho, pues en su propuesta de ideas absolutas, el Derecho positivo que afecta al mundo sensible, no ha de ser eterno sino cambiante.