Explorando la “S” en ESG (y cómo mejorar su estrategia)
Los criterios ESG se han convertido en un factor crucial a tener en cuenta de cara a la formación de estrategias empresariales actuales. No solo es una tendencia sino además una realidad que muestra un cambio empírico en la mentalidad de los modelos de inversión. ESG significa (en inglés) medioambiente, sociedad y gobierno, las tres claves para las prácticas sostenibles que surgen de la concienciación de las empresas en estos aspectos.
En el campo del derecho y de acuerdo con la experiencia de Clifford Chance, la concienciación definitivamente ha aumentado en torno a los factores ESG. Las siglas existen desde la década del 2000 pero han evolucionado de mera inversión socialmente responsable a una dimensión esencial en todos los procesos de una empresa, que trasciende e impacta en la operación per se. Si bien sus límites de actuación pueden resultar difusos, las empresas deben ser capaces de evaluar y profundizar en aquellos temas ESG pertinentes, por ejemplo a través de índices, con el fin de lograr una toma de decisiones más certera, así como una identificación de los resultados más accesible ante los ojos de clientes.
Los criterios ESG han terminado ocupando los primeros puestos en las agendas de los consejos de administración para garantizar que se abordaran estos asuntos, a sabiendas de que, de lo contrario, podrían arruinar las finanzas y la reputación de la firma. Como afirma Deloitte, el componente “S” recuerda la Agenda 2030, sugiriendo aquellas acciones correspondientes a las condiciones de trabajo, la cooperación con minorías afectadas y las relaciones interpersonales seguras y saludables. Por otra parte, la tarea de realizar una transición justa y de responsabilidad social a nivel empresarial, aparece ahora como una obligación derivada de las regulaciones a nivel nacional e incluso supranacional, pero también muestra importantes resultados en la rentabilidad.
Los apremiantes temas sociales que inciden en el momento histórico actual, exigen hacer un especial foco en la diversidad, la inclusión, el respeto a los derechos humanos y la contratación responsable, para empezar. Sin embargo, aquí aparece la pregunta principal junto con el problema principal de la “S”: por un lado, cómo puede una empresa gestionar, de la manera más sostenible posible, su impacto social dentro y fuera (fuerza laboral, clientes, entorno político, instituciones); y por otro lado, cómo puede esta empresa medir si su estrategia “S” es correcta, cuando la mayoría de sus componentes son demasiado abstractos para ser medibles.
S&P Global responde a la primera clasificando todos los factores que pueden influir en el desempeño financiero desafíos desde el corto hasta el largo plazo, teniendo en cuenta que los rendimientos más confiables llegarán en el largo plazo. En primer lugar, está el caso de las huelgas y protestas, que pueden afectar de inmediato la reputación y la rentabilidad en el más corto plazo al generar falta de empleados o un profundo descontento de los clientes. En segundo lugar, se encuentran aquellas cuestiones relacionadas con el producto o servicio en sí, generalmente ubicadas en el medio plazo, atendiendo a sus riesgos de seguridad o encontrando conflictos geopolíticos a lo largo de la cadena de suministro. Finalmente, los cambios demográficos y las preferencias de los consumidores presentarán cambios a largo plazo, a partir de la complejidad de las dinámicas sociales que se muestran en la opinión pública extendida, no solo en los medios, sino a veces en los boicots de la vida real.
Una vez claras todas estas contingencias y su grado de impacto sobre la línea de tiempo, es el momento de medir cuánto esfuerzo está empleando la firma en la “S”. Si bien la mayoría de los componentes mencionados anteriormente son, de hecho, demasiado abstractos para medirlos de manera eficiente, los estándares SABS son muy útiles para ayudar a llevar a cabo esta intrincada tarea. Otorgarán a la investigación fiabilidad basada en evidencia rigurosa y transparente de expertos en la materia, acompañada de supervisión y aprobación de una junta independiente.
Amartya Sen, economista indio, presentó cuatro subdimensiones para analizar el aspecto social del desarrollo sostenible: equidad, diversidad, cohesión social (conexión dentro y fuera de la comunidad a nivel formal, informal e institucional) y calidad de vida.
El éxito en este sentido llegará a los bufetes de abogados a partir de la capacidad de anticiparse a las crecientes tendencias de demandas de transparencia, escrutinio de las partes interesadas y regulación y legislación legal. Además, ahora es obligada una adecuada gestión de riesgos entorno a derechos humanos, por ejemplo, inspirada en los Principios Rectores sobre Empresas y Derechos Humanos de la ONU, dando suficiente espacio al diseño de un mecanismo a seguir: planificación de inversiones, desarrollo e implementación de políticas.
Por último, pero no menos importante, cuando se trata del imperativo cultural de la inclusión y la diversidad, es necesario comprender la demografía actual de su fuerza laboral e identificar las áreas de debilidad. Para luego poder adoptar campañas de inclusión, (quizás precedidas por otras de autoidentificación, ya que una talla no suele servir para todos) que logren un impacto transparente, también visible para los stakeholders.
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